Ecopsicologia
ecologia espiritual

Parábola sobre la muerte y la resurrección

En un pequeño pueblo de provincia había un monasterio. El padre Zosima vivía en ese monasterio. Él era muy respetado por muchas personas debido a las maravillas de Dios que acompañaban sus palabras y actos.

Sin embargo, algunas acciones del anciano padre eran conocidas sólo por un pequeño número de personas y la grandeza de esas acciones permanecía escondida de los rumores de los otros.

El anciano padre era capaz de nutrir y cultivar, suave y gentilmente, la bondad y el amor en los corazones humanos. Y luego ese amor florecía y daba frutos.

En ese pueblo también había un hospital público, fundado por un mercader rico cuya hija había sido sanada por Zosima. Mucho fue hecho en ese hospital gracias a las donaciones de aquellas personas a las cuales el anciano padre ayudó. El director del hospital era el doctor Fyodor.

* * *

Una hija crecía en la familia del doctor Fyodor. La niña fue llamada Sofía, pero usualmente la gente la llamaba Zosia. Quizás esto se debía al milagro de su nacimiento, el cual era conocido por pocas personas y se relacionaba con el padre Zosima.

Zosima prestaba especial atención a la crianza de esta niña.

Cuando Zosia creció, se convirtió en una visitante asidua del anciano.

Ella amaba hacerle preguntas. Amaba escuchar sus respuestas o simplemente sentarse tranquilamente en ese silencio particular que siempre había en la celda del anciano. En tal caso, todo se calmaba dentro de ella. Su alegría —viva, radiante y brillante en todas direcciones— se convertía en un estado especial de luz tierna, calma suave y la concentración de la Presencia de Dios.

Los padres de Zosia dedicaban casi todo su tiempo y esfuerzos al trabajo en el hospital.

Jugar con muñecas o a las carreras con otros niños no retenía la atención de Zosia por mucho tiempo. Y su rol en la vida del hospital crecía año tras año.

De la misma manera que un rayo de sol se proyecta y toca todo tiernamente con su cálida luz haciendo todo más bello, pero manteniéndose puro sin importar qué es lo que toca —así corría Zosia a través de las salas del hospital como si estuviera haciendo su propia guardia. Algunas veces permanecía por un largo tiempo con uno u otro paciente. Algunas veces les contaba cuentos a los niños enfermos. A veces animaba a los adultos.

Al principio, el doctor Fyodor trataba de evitar, al menos, que se comunicara con los pacientes terminales. Él quería prevenir que la niña se asuste por el sufrimiento humano. Pero una vez la encontró cerca de un paciente moribundo, a quien él no había podido ayudar a través de ningún recurso médico. Él vio a la niña hablando con ese paciente y como el estado del paciente cambiaba repentinamente…

Esa persona le dijo después al doctor Fyodor:

«¡Me fue concedida la misericordia de Dios: un ángel vino a verme! ¡Y ahora ya no me asusta morir!»

Desde aquel momento ya no estuvo prohibido para Zosia visitar incluso a los pacientes más gravemente enfermos. Ella siempre estaba lista para dar agua, llamar a una enfermera o simplemente decir una palabra dulce y amable y regalar una sonrisa alegre.

Cuando el novicio Nicolás apareció en el monasterio y fue aceptado por Zosima como discípulo, Zosia y Nicolás se hicieron grandes amigos rápidamente. Nicolás le enseñó a Zosia a leer y a escribir. Después de haber aprendido, se le fue encomendado un privilegio especial: debía llevarle al padre Zosima las notas que le enviaban algunos pacientes con sus pedidos o preguntas y luego devolverles las respuestas.

* * *

Una vez Zosia llegó, como era habitual, a la celda del padre y le preguntó:

—Dígame por qué algunas personas son amables mientras que otras no. ¿Por qué es así? ¿Sería posible hacer algo para que todos sean amables?

—Tú, Zosia, puedes observar diferentes plantas. Algunas son fuertes y saludables; crecen bien y se dirigen hacia el sol. Otras, por el contrario, están atrofiadas. También hay plantas con troncos torcidos… Esto depende de muchos factores: de la calidad de la semilla, del tipo de suelo en donde la semilla cayó, del ambiente en el cual la planta creció…

»Es lo mismo con las personas.

»Cualquier planta crecerá mejor si empezamos a cuidarla correctamente. Sin embargo es imposible enderezar el tronco de un árbol que creció torcido por mucho tiempo…

—¡Sí! ¡Entiendo! Ahora mismo tenemos un paciente con el «tronco torcido».

Zosia pensó para sí misma por algún tiempo y luego le contó al anciano sobre el nuevo paciente, el cual le estaba causando muchos problemas a todos en el hospital:

—¡Ella es muy ruidosa y le grita a todos, como si fuera la única persona en todo el mundo! ¡Quiere que todos la cuiden y la atiendan sólo a ella! ¡Y ella considera que todo está mal: que las gachas están mal cocinadas, que una inyección fue dolorosa, que la cama está dura, que las enfermeras no vienen rápido! Ella es una rica terrateniente que vivió sola por muchos años con muchos sirvientes que le consentían cada capricho… Ella está acostumbrada a las situaciones en las cuales todo es sólo para ella… ¡Y cuando habla es como si hubiera un enjambre de tábanos en su boca! ¡Sólo ve cosas malas a su alrededor! ¡Ella condena y despotrica contra todos y todo! ¡Piensa que todos a su alrededor son estúpidos, perezosos y torpes! ¡Piensa que ellos no pueden tratarla y que no saben cómo complacerla!... El médico personal de esta mujer la trajo a nuestro hospital porque no sabía cómo ayudarla. Y lo más triste de todo es que es imposible ayudarla porque aparentemente va a morir pronto. Su enfermedad es incurable y su edad es muy avanzada. Sin embargo, ella ni siquiera piensa acerca de la muerte de su cuerpo, como si esto no pudiera pasarle. Y nosotros tampoco le decimos. Ella sólo causa problemas a las personas que están alrededor…

»Mi papá pregunta cómo podemos ayudarla en esta situación.

—Hay que avisarle que su tiempo ha llegado… ¡Será un buen entrenamiento para ti Nicolas! Hoy puedes acompañar a Zosia y luego hablar con esta mujer.

Zosia estaba feliz porque siempre era interesante para ella estar con Nicolás. Contenta por el apoyo que le prometieron, ella le entregó a Zosima las notas que había traído de los pacientes.

—¡Bien, Zosia, pongámonos a trabajar! —dijo el anciano padre.

Zosia se sentó en el escritorio, tomó una pluma y tinta y se preparó para escribir las respuestas. Zosima eligió la primera nota, la leyó, vio con su visión interna el destino de la persona que escribió la pregunta y le entregó la nota a Zosia. Ella dio vuelta la hoja de papel para escribir la respuesta.

Pronunciando las palabras lenta y claramente, Zosima enunció dos oraciones cortas.

La niña escribió las palabras del anciano cuidadosamente y con exactitud.

Así contestaron todas las notas.

* * *

Pronto Zosia y Nicolás salieron para el hospital. Ese día aún debían hacer mucho. El hospital quedaba cerca del monasterio. La ruta pasaba por una colina con pendiente hacia el río. ¡Había una belleza extraordinaria alrededor de ellos!

Nicolás, que había estado dentro de las murallas del monasterio por un largo tiempo, estaba feliz de ver la majestuosidad del poderoso río llevando gentilmente sus aguas, las colinas verdes y la vastedad del cielo azul con sus nubes blancas.

La pequeña y cálida manito de Zosia en la suya lo llenaba de ternura…

Zosia caminaba cerca de él, embargada por un deleite dichoso:

—¡Amo mucho a este lugar! Siempre es bello aquí, durante el invierno y durante el verano… ¡Y siempre me siento muy feliz cuando visito este lugar! ¡Es como si pudiera despegar del suelo y volar sobre la tierra! Incluso algunas veces juego así: me imagino que soy un ave voladora y que puedo ver todo desde arriba…

Cuando llegaron al hospital, Zosia le dijo a Nicolás:

—Esta mujer se llama Lizaveta y creo que es muy infeliz, que está muy asustada de morir. Es por eso que trata de no pensar en eso ni en lo más mínimo…

»Yo también me he preguntado a mí misma si le temo o no a la muerte. Ahora me parece que no me asustaría si mi cuerpo tuviera que morir. Si no es muy doloroso por supuesto. El alma no puede morir…

»¿Tú también has pensado sobre eso?

—Lo he pensado mucho, Zosia. Creo que tampoco me asustaría que Dios me llame con Él. Pero decirle esto a otra persona, aún no lo sé…

Siguieron caminando en silencio. Zosia apretó la mano de Nicolás con más fuerza como si estuviera tratando de expresarle su apoyo.

Ellos entraron en la sala:

—¡Ah, Zosia! ¡Al fin has llegado! ¡Siempre no estás cuando te necesito! ¡Te he esperado por horas! ¡Quiero que me leas ese libro! ¡Mandé a alguien a buscarte, pero no pudieron encontrarte!

—Hoy no voy a leerle, le he traído a él… —Zosia señaló a Nicolás.

—¿Y quién te pidió que hagas eso? ¡Me va a pedir limosna para su monasterio! ¡Conozco a esta gente! ¿Quieres mi dinero? ¡No lo vas a conseguir! ¿O quieres que me confiese? ¡Eso no puede sanarme! ¿Al menos su alma se salvará si entrega todo su dinero a la iglesia? ¿Eso es lo que estás pensando, no? ¡Mi dinero me salvará! ¿Sí? ¿Y si no dono entonces me iré al infierno, verdad? ¡Odio a los curas!

—No puedo confesarte, Lizaveta, aún soy un novicio. Zosima me envió a hablar contigo. Y si tú, de hecho, quisieras confesarte y comulgar, podríamos arreglarlo fácilmente.

—¿Quieren enterrarme aquí? ¡Hablas como si estuviera muriendo!

—Eso es cierto, tu enfermedad es incurable. Dios decidirá cuándo llegará la hora de tu muerte… Y es mejor estar siempre preparado para esa hora.

Lizaveta se puso pálida y, con una voz temblorosa, pero en voz baja y sin gritar como siempre, le preguntó a Zosia:

—¿Es verdad, Zosia? Yo sé que tú no puedes mentir. ¿Es verdad?

Zosia asintió.

El silencio cayó y sólo se escuchaba la respiración pesada de la corpulenta y anciana mujer, cuyos días en ese cuerpo estaban contados…

Zosia se fue calladamente y cerró firmemente la puerta de la habitación.

—Lizaveta, ¿quieres que me vaya? —preguntó Nicolás.

—No… Siéntate si has venido. ¡Comienza con tus sermones! ¡Pero sería bueno que sepas que no vas a conseguir ningún dinero de mí!

Nicolás sintió la Presencia de Dios y empezó a hablar repentinamente por iniciativa propia, a contar cómo había llegado a Dios. Habló con franqueza y simplicidad:

—Vine a esta ciudad en particular porque nadie me conocía aquí. Pensaba que este sería un buen lugar para terminar mi vida terrenal, a la cual no le encontraba ningún sentido… ¡Pensaba que Dios no existía debido a todo el mal que había alrededor! Y que este mal frecuentemente vencía sobre el bien. Y que no podemos cambiar nada en este mundo…

Nicolás le siguió contando la historia sobre cómo la buena mujer Aksinya lo salvó de un final así, sobre cómo ella le pidió que llevara a un niño enfermo a donde el padre Zosima…

Después Nicolás le habló sobre el padre, sobre la pureza del alma, sobre el Dios Vivo…

Él pensaba que la mujer, conmocionada por la noticia de su muerte inminente, no lo estaba escuchando para nada… Él creía que ella sólo deseaba tener a alguien cerca, para que no fuera tan aterradora la idea de morir.

Sin embargo, todos cruzan el umbral de la muerte solos…

Cuando Nicolás hizo una pausa, Lizaveta, inesperadamente para él, le preguntó:

—¿Así que ahora quieres ser como ese anciano, verdad?

—Sí, me gustaría aprender a ayudar a los que pueden ser ayudados…

—Pero veo que ya es demasiado tarde para ayudarme… Así que, ¿con qué objetivo tu padre te ha enviado a mí?

—Para que tengas tiempo de hacer lo que aún puedes hacer.

—¿Y qué es eso?

—Tú misma debes pensar en eso… Yo, por mi parte, diría que el tiempo que aún tienes puede ser usado para obtener un gran beneficio para el alma. No hablo de dinero. Tú eres la que decide qué hacer con tu dinero. Puedes hacer un testamento.

Permanecieron en silencio por un rato…

—¿Sabes lo que se me ocurrió, Nicolás? Voy a legar todas mis propiedades a Zosia. A pesar de que soy una mujer mala y desagradable, entiendo algo de las personas: he visto a muchas de ellas en mi vida… ¡Zosia puede hacer el bien! ¿Crees que Dios la guía? Si deseas, también puedo legarle algo de mi dinero a tu Aksinya. ¡Probablemente no le has agradecido como se debía! ¿Será capaz de administrarlo correctamente?

»Mi vida no fue muy útil… Así que, por lo menos, mi muerte lo será…

… Continuaron hablando por mucho tiempo…

Debido a que su última hora se acercaba, muchas cosas se hicieron claras para Lizaveta: qué es importante y qué cosas en verdad no importan…

Desde ese día, ella cambió significativamente. Cesó de fastidiar a los demás con sus caprichos y antojos, puso en orden sus asuntos terrenales y redactó un testamento detallado.

Su estado también cambió mucho dado que se percibía como un alma frente a Dios y comenzó a prepararse para la transición a la otra vida.

* * *

Un día, cuando Zosima y Nicolás estaban solos, el anciano dijo:

—Es tiempo de que me vaya…

Lo dijo en voz baja pero claramente.

—¿A dónde? —Nicolas no entendía.

—Al otro lado… A donde el Padre Celestial me está llamando ahora…

—¿Por qué dice eso? ¡Está en perfecta salud!

—¿Por qué uno siempre tiene que partir en medio de sufrimientos y dolores? Es posible hacerlo alegremente y estando listo para el otro estado del alma — ¡la vida sin una cáscara corporal mortal!

»Las dolencias del cuerpo generalmente se le administran a una persona para facilitar la transición del alma. En otras palabras, son para convencer al alma del hecho de que la separación del cuerpo será positiva para ella, y para hacer que el alma deje de aferrarse a la vida en el cuerpo y se vuelva completamente a la vida en el otro mundo.

»Pero si el alma ha subyugado los caprichos de la mente y del cuerpo y si Dios está siempre cerca de ella, ¡entonces puede aceptar alegremente la muerte de la carcasa mortal!

»Déjame ir ahora Nicolás…

—¿Pero cómo? ¿Y qué quieres decir con «déjame ir»? ¿Yo no te dejo ir? ¿Cómo puedo dejar de amarte y comenzar a desear tu muerte?

—Estás acostumbrado a amarme en este cuerpo, escuchando las palabras que salen de él, sintiendo el Amor de Dios fluyendo a través de él, abrazando esta forma corporal en respuesta…

»Dices: “¡No puedo dejar de amarte!”. ¿Pero puede la muerte del cuerpo ser un obstáculo para el amor? Cuando me vaya, ¿vas a dejar de amarme? Yo tampoco voy a dejar de amarte.

»¿Por qué las personas derraman lágrimas cuando el cuerpo de una persona amada muere? Porque no ven el alma, no pueden abrazarla, hablar con ella… Entienden la muerte del cuerpo… como una separación.

»Otra razón puede ser que se compadezcan de sí mismos por haberse quedado solos…

»Como sea, para los primeros cristianos por ejemplo, ¡la muerte no era una tragedia, tal y como las personas la perciben generalmente! ¡Ellos esperaban la felicidad de la reunión del alma con Dios más allá del umbral de la muerte!

»¡Ellos esperaban esta reunión con Dios, a Quien habían aprendido a amar con todo su corazón! ¡Aprendían a amar a Dios más que a cualquier otra cosa en sus vidas terrenales!

»¡Los primeros cristianos aceptaban el bautismo no porque todos alrededor se bautizaban o porque fuera una tradición! En aquellos tiempos, al contrario, todas las personas alrededor de ellos vivían según otras tradiciones… ¡Los que deseaban recibir el bautismo lo hacían porque querían construir sus vidas de acuerdo con las Enseñanzas de Jesús! ¡Querían vivir en una nueva pureza y belleza espiritual, cumpliendo los mandamientos de Jesús!

»Tú ya has aprendido mucho y cuando yo me vaya vas a aprender aún más… ¡El amor que hay entre nosotros te va a enseñar! ¡Dios te va a enseñar!

—¿Cómo sabes que es tiempo?

—¡Dios lo dijo! Él me está llamando…

—¿Debo decirle al prior?

—No, no le digas a nadie…

* * *

Alguien golpeó la puerta…

—¡Aquí está nuestra dicha! ¡Dios ha traído a Zosia a nosotros! —sonrió Zosima.

¡La niña entró corriendo a la celda, brillando con alegría radiante, frescura y ternura!

Unas trenzas de cabello blanco dorado salían por debajo de su pañoleta… Sostenía una canasta llena de arándanos en sus manos…

—¡Les traje algunas bayas! ¡Las elegí yo misma! ¡Miren cuántas hay!

Zosima tomó algunas bayas. Las comió lentamente con una expresión de dicha en el rostro, como si tomara su última comunión. Abrazó tiernamente a la niña:

—¡Gracias! ¡Nos has hecho felices con estas deliciosas bayas!...

Zosia quería dejar las bayas a Zosima y a Nicolás, pero el anciano objetó:

—Por favor, deja sólo algunas para nosotros. Puedes ponerlas en el plato. Lleva el resto al hospital. Diles que el anciano te lo ha ordenado: estas bayas les darán salud.

Ellos se quedaron sentados juntos por un largo tiempo, rodeados por la Presencia de Dios. No hubo conversaciones o preguntas… ¡Era como si, con las almas, se abrazaran el uno al otro!

Cuando Zosia estaba por irse, el anciano dijo:

—Dile a tu padre y a tu madre que mañana les llegará una noticia y que deberán aceptarla con gran dicha. ¿Vas a recordarlo?

—¡Voy a comunicarlo palabra por palabra! ¡Tú me enseñaste cómo recordar las palabras importantes con exactitud! Entonces, ¿me voy?

—Ve, Zosia… ¡Ve con Dios!

* * *

Zosima murió…

La noticia se extendió rápidamente por el pequeño pueblo…

Nadezhda, la madre de Zosia, no podía contener sus lágrimas. Su esposo, el doctor Fyodor, acariciaba su cabeza y la abrazaba con ternura. Nadezhda decía entre lágrimas:

—¿Cómo es posible? Zosima murió… ¡Estaba completamente sano!...

Su hija se les acercó corriendo. Nadezhda, limpiando sus lágrimas con un pañuelo, dijo:

—Zosia, el padre Zosima murió ayer…

Zosia se quedó inmóvil, y fue como si un sol dorado radiante, que siempre trataba de terminar todos sus asuntos en un movimiento continuo, hubiera detenido su movimiento por un instante:

—Así que de esto hablaba él ayer. Él dijo que deberían recibir la noticia y regocijarse… No lo entendí entonces…

»¡Mamá, papá! ¡Él ya sabía de esto ayer! ¡Y él deseaba que no lloren por él, porque él está con Dios y se siente bien! ¡Deberíamos estar alegres por él!

Con estas palabras, Zosia abrazó a sus padres con mucha calidez y amor, como si ella fuera más grande, sabia y fuerte que ellos…

Fyodor la levantó en sus brazos, y la niña abrazó de nuevo a sus seres más queridos. Ellos permanecieron en silencio por mucho tiempo, abrazándose el uno al otro.

Después se fueron a casa…

Influenciados por las maduras palabras de su hija, Fyodor y Nadezhda se quedaron mirando a su Zosia.

Nadezhda dijo:

—¿No te entristece, Zosia, que nunca más vas a ir a la celda del padre? ¿A quién vas a hacerle tus preguntas ahora?...

—Es un poco triste… —respondió Zosia— ¡Pero supongo que él va a encontrar la manera de contestar a mis preguntas y que yo pueda entenderlo! Cuando era pequeña y tonta, él siempre inventaba nuevas maneras de explicarme las cosas para que yo pudiera entender. ¡Y ahora seguro que se le va a ocurrir algo!

»¡Mami, papi! ¡Miren! ¡Él está caminando cerca de nosotros! ¡Está hecho de Luz!

»¿Saben lo que dice? Él dice: “¡Dios siempre está cerca de nosotros! ¡Y Dios responderá a todas nuestras preguntas, simplemente necesitamos aprender a amarlo y a escuchar Sus Consejos!”

»¡Resulta que puedo verlo y escucharlo! Entonces… ¿Por qué las personas dicen que ha muerto?

* * *

La primavera llegó y los árboles del monasterio florecieron al unísono. Estaban cubiertos con flores de color blanco y rosa claro. ¡Fragancia! ¡Paz! ¡Asombrosa belleza!

Nicolás estaba parado en el jardín cerca de la celda del padre Zosima. Mañana él recibiría los votos monásticos y luego continuaría con lo que Zosima hacía. El prior, el archimandrita Ignacio, creía firmemente que toda la obra de Zosima debía ser continuada. Así que Nicolás recibiría a los visitantes, escucharía y daría consejo…

… Él recordó como Zosima le enseñó a comunicarse con los visitantes… Sí, él ya sabía hacer algunas cosas. Pero era fácil cuando Zosima estaba cerca. En ese tiempo, Nicolás sabía que Zosima no le permitiría cometer errores que causaran daño. Él lo corregía y le hacía saber si algo estaba mal… «¿Y ahora? ¿Podré hacer todo sin Zosima?»

«¿O Zosima está aquí y simplemente no puedo verlo?»

Nicolás pensaba sobre estas cosas, parado cerca del cerezo que habían plantado junto con el padre. Él admiraba sus flores, que aparecían por primera vez en la vida del árbol y acariciaba su pequeño tronco. No había tristeza en él. Había calidez en el corazón, como cuando conversaba con el anciano.

Él recordó sobre qué estaban hablando cuando plantaron el cerezo.

Zosima le dijo: «¡Cuando florezca ya no voy a estar aquí!». ¡Lo decía con tanta felicidad!

—¿Entonces piensas que no vas a verlo, no? —preguntó Nicolás molesto.

—¡Pienso que voy a verlo! ¿Por qué Dios crearía la belleza en este mundo si Él no pudiera verla por sí mismo desde Su Morada o de alguna otra forma?...

»¡Pitágoras, por ejemplo, llamaba a la totalidad del universo con la palabra “cosmos”, que en griego significa “belleza”, “orden armonioso del mundo”!

—¿Ha leído las obras de los antiguos griegos?

—Sí, por supuesto. Y obtuve un gran beneficio de ello. Muchos sabios escribieron sobre Dios y sobre la pureza de la vida humana antes que Jesús. Y, probablemente, las personas luchan menos por esas virtudes ahora debido a que sólo unos pocos leen estas obras…

»A propósito, ¿qué es virtud? ¡Significa hacer el bien e implica tener buenos pensamientos, decir buenas palabras y realizar buenas acciones!

»¿Realmente piensas que he leído sólo un libro en mi vida? — Zosima rió con alegría juvenil y continuó:

»Pienso que aquellas personas que ayudan a Dios a crear la belleza en la Tierra no serán privados de la oportunidad de verla… ¡Sin embrago, esto no es muy importante! ¡Grandes y maravillosas bendiciones esperan a aquellos a quienes Dios les permite acercársele! Así que debemos trabajar para multiplicar el bien y crear la belleza en las acciones y en las almas… ¡En tal caso seremos dignos de entrar en el Reino del Padre Celestial!

* * *

En ese momento Nicolás fue llamado:

Algunas personas habían llegado con un niño ciego. No querían irse: ellos no creían que Zosima ya no estaba más allí…

—¡Hacen bien en no creerlo! —respondió Nicolás alegremente— ¡Llámalos!

Una mujer joven, delgada, hermosa y vestida suntuosamente caminaba hacia la celda, sosteniendo de la mano a un niño de unos diez u once años. Ella se comportaba como si tratara de dar cada paso por él, para que no se tropezara o se golpeara. Ella hizo un gesto de disconformidad al ver a un hombre de espaldas anchas y fornido vestido con las ropas de novicio en vez de a un anciano con el pelo gris…

Nicolás los invitó a entrar a la celda, diciendo:

—Hablemos un poco. Vengan, siéntense.

La mujer hizo sentar a su hijo en una banca contra la pared y luego se sentó ella misma. Ella dirigió sus ojos hacia Nicolás, pero miraba a otro lado, no hacia él. Finalmente dijo:

—Bueno, hable, si es que sabe qué decir…

Nicolás sintió el estado en el cual la Luz del Espíritu Santo le permitía ver las almas y todo lo que sucedía en ellas.

Él vio que ella había venido a pedir un milagro pero que no creía en el Poder sanador de Dios y que esto obstaculizaba la sanación de su hijo…

Él miró al niño una vez más y vio que éste se sentía enfermo, infeliz y que nunca osaba dar ni un solo paso sin el apoyo de los adultos… No podía ser sanado ahora… Pero su enfermedad se iría muy fácilmente si ellos cambiaban esta situación…

¿Cómo encontrar las palabras justas para ayudarla a entender? Ella no quiere ni está lista para escuchar el consejo… Ella quiere al anciano santo…

Nicolás pidió internamente la ayuda de Dios y luego entró más profundamente en unión con la Luz Divina.

En ese momento Zosia entró corriendo en la celda —y fue como si la luz del sol comenzara a jugar y a chispear por todos lados.

Ella saludó y pidió perdón por haber interrumpido la conversación.

Zosia, ¿puedes jugar con el niño en el jardín por una hora mientras hablo con su madre?

Zosia accedió alegremente sin dudarlo:

—¿Cuál es tu nombre?

—Kostya.

La madre de Kostya, como un pájaro que protege a su cría con las alas, miró a la niña ansiosamente y le dijo:

—¡Él está ciego! ¡No puede ver nada! Cuídalo, por favor, para que nada malo le pase…

Zosia se dirigió al niño con confianza y tomó su mano.

—¡No te preocupes por él! ¡Todo va a estar bien!

Después le dijo a Kostya:

—Ven, ¡voy a enseñarte algo!...

—¡¿Cómo vas a enseñarme algo si no puedo ver?!...

—¡Ya vas a ver! ¡Vamos!

La madre de Kostya miraba ansiosamente como se iban los niños…

A Nicolás le demandó un gran esfuerzo no sólo que ella escuchara sus palabras, sino que les prestara atención.

Al principio, él preguntó sobre la enfermedad del niño y se enteró de que había perdido la vista después de resbalarse en unos troncos mojados y golpearse la cabeza. Ellos habían acudido a muchos médicos famosos que les dijeron que aunque sus ojos estaban bien, ellos no podían hacer que el niño recuperara la visión…

Nicolás mismo vio con la visión desarrollada del alma que los daños en las terminaciones del nervio podían ser sanados sólo con la ayuda de Dios y no por medio de los recursos médicos… Sin embargo, no le estaba permitido hacerlo por el momento…

Entonces Nicolás dijo que era posible devolverle la vista al niño. Pero para esto era necesario cambiar su estilo de vida de «incubadora» en el cual él se encontraba continuamente bajo cuidado. Para fortalecer su cuerpo era necesario enseñarle a nadar, a correr, a montar a caballo… Y lo más importante para Kostya era comenzar a cuidar a otros. Gracias a esto, él dejaría de sentirse infeliz, débil y desahuciado, y comenzaría, por el contrario, a hacer todo lo que estuviera a su alcance, llegando a sus límites. Y los adultos deberían tratar de elevar el nivel de estos límites cada vez más. Y luego…

Parecía que la conversación se estaba terminando…

Sin embargo, Nicolás sabía que debía decir o hacer algo más para que las palabras que había dicho realmente tocaran a esta mujer.

Zosima, en tales casos, usualmente daba algún consejo simple: «Tienes que hacer esto y aquello»…

Nicolás comenzó a examinar las opciones: «Aconsejarle que consigan un perro para que se haga amigo del niño… un caballo sería aún mejor… probablemente, debería preguntarle al niño ahora mismo…»

Él abrió la puerta de la celda y los llamó:

—¡Zosia, Kostya!

En el jardín se podía escuchar las risas alegres de los niños.

—¡Vamos, atrápame! —Zosia corría y Kostya corría detrás de ella, evitando con seguridad los troncos de los árboles!

¡Al escuchar la llamada Zosia cedió y Kostya la atrapó!

Ellos caminaban juntos… ¡Sin tomarse de la mano!

¡Los ojos del niño no podían ver aún, pero el milagro ya había sucedido!

Kostya entró primero y fue donde su madre:

—Mamá, Zosia me enseñó a ver y a observar de una manera muy especial: ¡con el alma! ¡Incluso jugamos a “tú la traes” y la atrapé! ¡Ahora puedo verte a ti también! Ella dijo que estaría completamente curado pronto, porque si el alma logra ver, entonces los ojos del cuerpo comienzan a ver también. ¡Zosima le enseñó esto!

La madre de Kostya rompió en lágrimas y abrazó a su hijo, mientras él seguía tratando de explicarle la forma maravillosa en que Zosia le había enseñado.

—He aquí un milagro —pensó Nicolas y sonrió alegremente…

Más tarde cuando todos se calmaron un poco, Zosia le dijo a Nicolás:

—Mi padre me envió. Hace dos días encontramos a una niña de aproximadamente dos años en la entrada del hospital. Ella fue abandonada. Había una nota junto a ella que decía que sus padres habían muerto y que nadie deseaba hacerse cargo de ella. Su nombre es Olga. ¡Ella es linda y tiene ojos azules, rizos dorados y una hermosa sonrisa! Él único inconveniente es que ella casi no habla: conoce sólo unas pocas palabras. Aparentemente nadie habló con ella con suficiente frecuencia.

»Mi padre pidió de encontrar buenos padres para ella para evitar que vaya al orfanato.

Entonces, de repente Zosia se puso radiante de dicha porque una gran idea se le vino a la mente:

—Kostya, ¿Te gustaría tener una hermana? ¡Señora, la niña es tan agradable, sana! ¡Mi padre la examinó y él es un doctor muy bueno! ¡Permítame que se las presente! ¿Están de acuerdo?

La madre de Kostya, pasmada por todo lo que había sucedido, accedió de inmediato.

Kostya dijo con seguridad que él le enseñaría a hablar a Olga, así que definitivamente debían quedarse con la niña.

Zosia guió a los flamantes madre y hermano a conocer a Olga…

Nicolás supo que todo se había conectado perfectamente en esta cadena de destinos guiada por Dios. ¡Él suspiró alegremente y agradeció a Dios por Su maravilloso cuidado, manifestado a través de Zosia!

Después salió de la celda al silencio del jardín, en donde sólo unos momentos antes las voces de los niños sonaban alegremente.

Él comenzó a pensar en todo lo que todavía no era capaz de hacer…

Y luego vio el Gran Rostro de Zosima, que consistía de luz, sonriendo gentilmente. El padre dijo:

—¡Trabaja duro, hijo Mío! ¡Ya estás haciendo todo muy bien con la Ayuda de Dios!

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