La cuarta parábola:
¡Mira detrás del horizonte!
Lao Tsé continuaba su camino.
Ese día él se levantó antes del amanecer y se sentó confortablemente en el lomo de su bondadoso burrito blanco. Su amigo orejudo, después de descansar bien toda la noche, ahora trotaba alegremente por el sendero.
Pronto ellos llegaron a un lugar hermoso. Era el tope de una suave colina, similar al caparazón de una tortuga gigante.
¡Una magnifica inmensidad se abrió ante ellos!
¡Se podía ver la salida del sol desde aquel lugar!
Lao Tsé se detuvo para admirar la belleza del sol naciente y se bajó de su burrito.
El sol salía lentamente iluminando las lejanías nebulosas con su tierna luz…
Huang Di comenzó a hablar:
—¡Sí, hace muchos miles de años atrás, las personas veían la salida del sol de la misma manera como tú la estás viendo ahora.
»¡Con todo, hoy te sugiero que empieces una nueva vida Conmigo! ¡Para hacer esto, has de conocerme mejor!
»¡Debes estar atento a lo que Yo te ofrezca hacer y experimentarme todo el tiempo! ¡Que los brazos de tu corazón espiritual abracen al Maestro constantemente! Y el Maestro abre a un discípulo digno los pasajes a los mundos de la Tranquilidad Transparente y de la Luz Divina inmaterial, similar por Su color y ternura a la luz del sol matutino que estás contemplando ahora.
* * *
—Mira a lo lejos, donde el cielo toca la tierra. Allá está la línea visible para los ojos, pero inexistente en realidad. Es el horizonte. Podrías tratar de acercarte a éste con tu cuerpo material, pero de esta manera nunca llegarás al “fin de la Tierra”.
»Al mismo tiempo, esta línea puede abrir para un alma un pasaje a los mundos de Luz, a aquellos vastos espacios donde habitan los Te.
»¡Si tú, como alma formada del corazón espiritual, miras detrás del horizonte del mundo material, allí de donde sale el sol, se abrirá un pasaje al mundo inmaterial de sutileza y Luz! ¡Esta es la Luz Divina!
¡Lao Tsé se experimentó como un alma libre de su cuerpo material y se encontró en aquel lugar donde nace la Luz! Esa Luz se elevaba como desde «el abismo detrás del borde de una Tierra plana». Allí, en aquel «abismo», en la profundidad, estaba la Infinitud de la Luz Divina, similar a un gigante Sol sin límites.
—¿Qué debo hacer ahora?
—¡Salta a esta Luz!
La Infinita Luz abrazó a Lao Tsé… Él se sumergía más y más profundamente en Ella con la ayuda de sus gigantes brazos de la gran alma… Él se convirtió en aquella Luz y miró desde Ésta, siendo Ésta, hacia su cuerpo material que se encontraba en el límite entre el mundo de la materia y los mundos de Te…
Lao Tsé hizo un esfuerzo y miró de nuevo con los ojos de su cuerpo material. No vio ningún abismo. Sólo el sol naciente acariciaba y calentaba todo…
Luego él volvió al estado de meditación regalada por Huang Di. Entonces la Infinitud resplandeciente apareció ante él. ¡Habiéndose sumergido en Ella y convirtiéndose en Ella, Lao Tsé ahora podía ser la Fuente de la Divina y Viva Luz de Amor!
Tratando de no perder aquel estado, Lao Tsé continuó su camino.