Ecopsicologia
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Parábola acerca de la oración, el arrepentimiento y los milagros realizados por DiosCuando una persona ha caído y está tratando de levantarse, Dios ciertamente le tiende una Mano Pero si esta persona se mantiene tendida, Dios tiene que esperar. La ayuda llega trabaja sin descanso. Ngomo El padre Zosima vivía en un monasterio y corrían rumores acerca de las curaciones milagrosas que se obraban por sus oraciones. Muchas personas llegaban desde lugares lejanos para pedir su ayuda. La hermandad de los monjes estaba orgullosa de que un padre así estuviera en su monasterio. Pero también había muchos que lo envidiaban, pensando: «¿Por qué Dios no oye nuestras plegarias por más que recemos tanto? ¡Hacemos tantas reverencias pero todas son en vano! Sin embargo Dios, de alguna forma, acepta las plegarias de este anciano…» Una vez, un novicio decidió averiguar la manera en que Zosima realizaba sus prodigios y por qué Dios lo escuchaba. Pensaba que, dado que el anciano era amable, podría enseñarle… Fue donde él y le pregunto: —¿Por qué tus oraciones hacen milagros pero las nuestras no? ¡Enséñame tus secretos! ¡¿Qué pasaría si murieras repentinamente, quién glorificaría nuestro monasterio?! El padre lo miró amablemente y le dijo: —Es difícil de explicar… No diría que lo que yo hago es rezar… »¡Sólo es necesario encender en el corazón humano una luz similar a la de una vela o a la de las lámparas de los íconos! »Esta luz se origina en el amor. »¡Y uno puede expandir esta luz del alma hasta la inmensidad, como la luz del Sol! »¡Y luego la Gran Luz del Espíritu Santo aparece lista para ayudar! Y puedo ver todo lo que está dentro de esta Luz Divina Viviente, como si las paredes de mi celda ya no estuvieran, como si las torres del monasterio hubieran desaparecido. Dentro de esta Luz, cada cuerpo humano puede ser examinado y cada alma puede ser comprendida sin importar la distancia. »Sucede así: ¡Sólo necesito comenzar a decir las palabras de la oración al Espíritu Santo y Él viene! ¡La Luz de Dios comienza a fluir como un río y abraza todo Consigo Misma! »¡Esta Luz comprende el amor del corazón pero no las palabras que las personas dicen! »Tú quieres saber cómo ocurren los milagros… Cuando el alma se une con esta Luz, ¡Ya no puedo distinguir cuál es mi amor y cuál el Amor de Dios! »En el Río de Luz hay muchos Brazos. Parece que son míos pero al mismo tiempo no me pertenecen por completo… »¡Puedo ver esos Brazos de Dios haciendo Su Trabajo! ¡Así como los brazos de un campesino o de un cocinero hacen su trabajo, de forma similar los Brazos del Espíritu Santo hacen el Suyo! »Son estos Brazos los que pueden sanar. Si el Espíritu Santo lo quiere, yo puedo, a través de estos Brazos, limpiar la suciedad y la enfermedad de los cuerpos. Pero si el Espíritu Santo no lo quiere, entonces no puedo mover ni la punta de un dedo. »Dentro de esta Luz Divina yo puedo ver las enfermedades del cuerpo de una persona y los vicios del alma. »Sin embargo, no todas las almas pueden ser purificadas, no todos pueden ser ayudados… »¡Hay que enseñar el amor a las almas primero! ¡De otra manera estarán en deuda con Dios por este milagro! … Zosima dijo esto y sonrió gentilmente. Pero el joven novicio, espantado por el anciano, cayó de rodillas y puso la cabeza contra el piso… Luego, persignándose devotamente, salió de un salto de la celda… Zosima suspiró calladamente: evidentemente ese hombre del que Dios le hablaba seguía sin presentarse…Este novicio no quería conocer acerca de la calidez del corazón o sobre el amor del corazón espiritual… Habían pasado muchos años desde que Zosima había comenzado a buscar un discípulo digno… * * * Muchas personas cargadas de preguntas llegaban para ver al padre Zosima. Él trataba de ayudar a todos no sólo sanando sus cuerpos o dando consejos sobre cómo resolver los problemas de la vida, sino principalmente corrigiendo el camino del alma ante los Ojos de Dios. Un día un mercader rico llegó donde él y le pidió que sanara a su pequeña hija, diciendo: —¡Estoy desesperado! ¡Usted es mi última esperanza, padre santo! ¡Ayúdeme! ¡Mi niña está muriendo! Zosima contestó: —¡No soy yo el que cura! ¡El Señor ayuda a cada alma! »¿Cómo ayuda el Señor? Él ayuda, entre otras formas, a través de las personas que viven en la Tierra. »¿Has escuchado alguna vez acerca de Jesús el Cristo? A través de Él Dios ha ayudado a muchas personas. »¿Pero Dios ha ayudado a alguien a través tuyo? —¡Soy un pecador padre santo, nunca pensé de tal manera en esas cosas!... Todos mis pensamientos tenían que ver con mis ganancias y beneficios… —¡Entonces piénsalo ahora! »¡Y siempre reflexione sobre lo que Dios quiere de ti! »¡Ahora regresa a tu casa, tu hija va a estar bien otra vez! »¡Y construye un hospital público con tu dinero, llama a buenos doctores para que trabajen allí para Dios! »¡Además, cuando tu hija esté totalmente recuperada, tráela conmigo! … Limpiándose las lágrimas, el mercader empezó a agradecerle. El padre le dijo amablemente: —¡Apresúrase a hacer en tu vida ese bien del que se había olvidado! »¡Y recuerda esto para el futuro! ¡De otra manera algo peor podría suceder! »¡Dios te ha ayudado y ahora debes ayudar a otros! »¡Y aprende a distinguir lo que es bueno y cómo es posible realizarlo! »¡Quizás, tus palabras y acciones se conviertan en las Manos de Dios tendiéndose hacia los demás! ¡Dios hace el bien y obra los milagros a través de la generosidad de muchas personas! * * * El tiempo pasó y el mercader llevó a su pequeña hija con el anciano padre. La niña llegó a la celda pero olvidó cómo debía agradecer y simplemente dijo: —¿Fuiste tú quien me curó, abuelito? ¡Muchas gracias! ¡Estaba muy muy enferma pero ahora estoy muy bien! —¡Buen día, mi niña! ¡Yo no te curé, fue Dios Quien lo hizo! ¡Deberías agradecerle siempre a Él! —¡Sí, ya sé! ¡Dios es bueno! —asintió la niña. —¡Sí! ¡Y ahora puedes aprender a ser generosa también, como Él! ¡Trata! »¿Puedes escuchar cómo late tu corazón en tu pecho? ¡Es Dios recordándote que cada alma es creada para el amor y la bondad! »¡Así que aprende a ser amable y afable con todos! ¡Y aprende a ayudar a todos! »¡Mientras seas pequeña, tu ayuda no será grande, pero es muy importante de todos modos! ¡Pero cuando crezcas vas a poder ayudar a mucha gente! —¡Ya entendí, abuelito! ¡Por mucho tiempo me sentí mal, pero ahora estoy bien! ¡Y voy a tratar de ayudar a los demás! La niña se apresuró hacia el padre Zosima y lo abrazó. … ¡Muchos años han pasado desde entonces, pero la niña nunca olvidó que la vida en la Tierra nos fue dada por Dios para cultivar el amor y dárselo a los demás! ¡Y gracias a esto ella abrió y expandió su corazón espiritual cada vez más y más! Y vivió abrazando con su amor-cuidado a todos y a todo. * * * En cierta oportunidad una mujer no muy joven llegó a la celda del padre Zosima. Estaba llorando e implorando: —¡Devuélvame el amor de mi único hijo! ¡Le he dedicado toda mi vida, le he dado todo lo que quería! ¡Pero ahora él creció y ni siquiera quiere recordarme!... ¡Estoy abandonada! ¡Siento una amargura tan grande a causa de la ingratitud con la que me pagó por todo lo que hice por él! ¡No puedo dejar de sentir resentimiento y tristeza!... —¡No se apene! Piénselo mejor: ¿Amó a su hijo como Dios quiere que amemos a las personas? »¡Si los niños reciben sólo ayuda material de sus padres pero no se les enseña a cuidar a los otros, entonces estos niños olvidan rápidamente el bien que les han hecho y se vuelven desagradecidos! »¡El amor no sólo consiste en complacer a alguien! »¡El placer no siempre es útil para un alma! ¡Y lo útil no siempre es placentero! »¡Hacer el bien no es darle a una persona lo que él o ella quiere en ese momento! »¡Es erróneo satisfacer a los otros en sus deseos! ¡Es dañar el alma, no es hacer el bien! »¡Cada cual debería no sólo dar amor a los otros sino también despertar en ellos el deseo de dar amor y de hacer el bien, así como de evitar las palabras rudas y decir sólo palabras dulces! »¡Criaste mal a tu hijo! ¡Lo echaste a perder, consintiendo sus caprichos! ¡Lo apartaste del amor con tus reproches y tus consejos aburridos! ¡Lo desviaste de los buenos mandamientos! »¡Te estoy diciendo estas palabras tristes, que son como una medicina amarga, para ayudarte a que entiendas tus errores y trates de corregirlos! La mujer lloraba aún más: —¡¿Dios me perdonará por mis pecados?! —¡El perdón llega cuando nos damos cuenta de qué era lo pecaminoso en nosotros y lo transformamos, y corregimos las consecuencias de nuestras acciones erróneas! »¡Sólo habiéndonos cambiado a nosotros mismos primero podemos hacer mejores las cosas alrededor nuestro! »¡Hay esperanza para usted ahora! Pronto su hijo la visitará para pedirle consejo y ayuda. Él se enamoró de una viuda; ella es mucho mayor que él. Ella tiene un niño de su esposo anterior. ¡Con este amor Dios desea ayudar a su hijo a que aprenda a cuidar a otros y no sólo a sí mismo! »No es simple transformarse a uno mismo… ¡No es simple transformar el pequeño amor en el gran amor que todo lo abraza! »¡La felicidad del niño que está creciendo con esa mujer debe convertirse en la felicidad de todos ustedes! … Después de que Zosima dijo esto, la mujer se marchó hacia su casa con un poco de esperanza y pensando sobre lo más importante… * * * Así hablaba Zosima con las personas. Pero algunas veces también sucedía que él no permitía que personas con intenciones malvadas ni siquiera se acercaran a su celda… A través de esto, tales personas también comenzaban a reflexionar que si el anciano santo no los había admitido en su celda eso quería decir que Dios también los había rechazado a causa de su vida injusta… A raíz de esto se asustaban de sus imperfecciones éticas y cambiaban. Y si tales personas volvían buscando sinceramente el consejo del padre sobre cómo expiar sus pecados, Zosima los recibía amablemente y les daba un consejo simple y claro. Mas para seguir este consejo las personas debían transformarse a sí mismas: dejar de vivir perezosamente y empezar a trabajar diligentemente con el alma y con el cuerpo. Trabajar con el alma significaba cultivar el amor en uno mismo y eliminar la ira, el odio, los celos y la tristeza. Trabajar con el cuerpo significaba tratar de hacer las vidas de los demás al menos un poco mejores. Incluso para aquellos que estaban desesperados, Zosima encontraba palabras de aliento que los devolvía a sus cabales: «¡No existe un pecado o vicio del cual una persona no pueda liberarse! »¡Incluso si alguien ha sufrido una caída espiritual, Dios siempre está listo para ayudar a aquellos que han tropezado y quieren levantarse! »¡Una enfermedad u otro problema en la vida se nos es dado para la sanación del alma y del cuerpo! Las enfermedades y los problemas son necesarios para iluminar a aquellos que no han entendido el Plan de Dios para ellos. ¡Estas cosas hacen posible la purificación de las almas! »Mientras que no hayamos conocido el amor de Dios seremos débiles y enfermizos en este mundo. ¡Este Amor es el Poder más grande del universo y puede estar cerca de nosotros siempre! »¡Qué bueno sería si todos vivieran con el Amor de Cristo en su corazón espiritual!...» * * * Una vez un hombre llegó a donde el padre Zosima. No era ni joven ni viejo. Tenía un cuerpo fuerte y era un alma fuerte. Pero se había extraviado en medio de asuntos que no traen satisfacción al alma. Desde su juventud él había soñado con algo grande y elevado… Él luchaba valientemente por la verdad… Pero él no siempre comprendía qué era verdad y qué no… Y muchos de sus planes fallaban… Y muchas veces él se había dado cuenta de que no estaba haciendo lo que debía… Por eso se le hacía difícil vivir en ese momento. No sabía cómo seguir viviendo o por qué… El hombre contó su historia al padre Zosima. Era similar a las historias de muchos otros a quienes el padre escuchaba frecuentemente… Sin embargo, había una gran diferencia: ¡este hombre no se preocupaba de sí mismo sino que trataba de vivir para los otros, ayudando a los demás! —Y casi toda mi vida ha pasado… He deseado hacer tantas cosas, soñado tanto sobre hacer algo bello… Pero en realidad resulta que todo fue en vano: no he cambiado nada, no he ayudado a nadie realmente… ¿Cómo vivir ahora? No lo sé… Enséñame si puedes… —con estas palabras el viajante terminó su historia. —¡Todo eso no fue en vano! ¡A partir de lo que hiciste en tu vida te has vuelto más sabio y fuerte! ¡De esta manera Dios te guió hacia Él! »Entonces, ¿estás listo ahora para dedicar toda tu vida sólo al Señor? … En ese momento Zosima comenzó a explicarle al hombre sobre el propósito de la vida humana, sobre el gran Amor Divino… El hombre se quedó con el anciano. Aprendió de Zosima el silencio del corazón en el que se enciende el fuego del amor. Él también aprendió a unirse con el Espíritu Santo y a hacer todo permaneciendo en Unión conciente con Dios y como un servicio para Él… * * * ¿Pudo el padre Zosima ayudar a mucha gente? Sólo Dios lo sabe… Pero el Poder estaba en sus palabras. Y los consejos que daba permanecían en la memoria por un largo tiempo. Las personas dirigían sus miradas a Dios y sus acciones a ayudar a otros. A través de esto, Dios podía participar en sus vidas. |