Ecopsicologia
ecologia espiritual

Prologo

Lao Tsé montaba un burrito. Él no estaba apurado. Estaba montado y escuchando, y si las palabras venían y formaban frases completas, él las anotaba.

Lao Tsé no elegía su camino, sino que les dejaba esto a Dios y al burrito. El Infinito Océano de Dios rodeaba a Lao Tsé y a su burro y sugería a esta sensible criatura a dónde ir.

El corazón de Lao Tsé estaba lleno de la Gran Tranquilidad Transparente. Él escuchaba esta Tranquilidad, ya que, de ser necesario, el Gran Silencio se llenaba de palabras de Tao y Te*.

Así Lao Tsé conocía la Sabiduría sobre el significado de la vida humana, sobre las leyes según las cuales las personas pueden vivir sin perturbar la armonía tanto de lo terrenal como de lo Celestial, sobre los peldaños de la escalera que lleva «de la tierra al Cielo» o, más exactamente, de lo terrenal a lo Celestial, esto es, a lo Divino, a lo Primordial.

Él escuchaba sobre el Gran Amor Que dirige la interacción entre el yin y el yang, sobre cómo el Amor de Tao se manifiesta hacia cada ser, sobre cómo Te cuida y nutre a todas las almas, sobre cómo llegar a conocer a Tao y sobre cómo uno ha de vivir si quiere conocer todo esto en su propia experiencia y alcanzar el Gran Extremo, el estado en el cual existe sólo el Océano Primordial, Que crea todo y Que contiene dentro de Sí a cada uno que Lo alcanza. Este Océano Viviente de la Conciencia Primordial Sutilísima es Tao.

Lao Tsé estaba anotaba lo que escuchaba. El libro Tao Te Ching se formaba poco a poco.

Hacía mucho tiempo que Lao Tsé había dejado su honorable puesto de archivador, el cual solía darle el respeto de las personas y buenos ingresos, y había comenzado a llevar una vida solitaria que le permitía estar siempre con su Maestro Huang Di.

Aunque Lao Tsé vivía en el mundo material, no lo miraba, sino que miraba hacia las Profundidades. Desde el mundo de la materia, él miraba los mundos de la Luz Divina y de la Gran Tranquilidad Transparente, los mundos desde los cuales todo lo material fue manifestado.

Allí su Maestro no encarnado y Amigo Huang Di siempre esperaba a Lao Tsé.

Lao Tsé no observaba a Huang Di con los ojos del cuerpo, sino con los ojos del alma, los ojos de un corazón espiritual desarrollado y amoroso.

Pues sólo aquella alma que se ha transformado en Amor Luminoso y Tranquilidad Transparente es capaz de ver tanto a Te como al Sutilismo e Infinito Tao y comunicarse con Ellos directamente.

A veces Lao Tsé veía el Rostro de su Maestro Huang Di. A veces sentía Su presencia como Amor y Tranquilidad Que abrazaban el alma desde afuera y la impregnaban desde adentro. De cuando en cuando Huang Di se manifestaba como un Flujo Transparente de Poder Que emergía desde las Profundidades.

Ahora estaban siempre juntos, un hombre llamado Lao Tsé y un Representante del Tao Primordial llamado Huang Di.

Para Lao Tsé, Huang Di era el Amigo más cercano, el Interlocutor más sabio y el Maestro más importante.

A veces las imágenes del pasado de China surgían ante Lao Tsé, y él se percibía como el participante en aquellos antiguos eventos de su vida en la Tierra cuando era el discípulo personal del Gran Emperador Huang Di.

Algunos días las palabras de las Revelaciones fluían como un río, pero también solía pasar que a lo largo de todo el día Lao Tsé lograba anotar sólo una oración. Sin embargo, esta oración le daba la posibilidad de sumergirse en las meditaciones de la Unión con Te y de la disolución en Tao por varios días.

Gradualmente, Lao Tsé se acostumbraba a vivir siempre con Huang Di, en la indisoluble Unidad con Él.

Ahora Lao Tsé observaba el mundo a través de los Ojos de Huang Di, evaluando a las personas y los eventos desde Su posición.

A veces los dos guardaban silencio, pero también pasaba que las preguntas se trocaban en respuestas durante un dialogo vivo…

Ellos siempre estaban juntos, el discípulo y el Divino Maestro.

¿Quieres saber cómo todo esto comenzó, continuó y terminó?

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